domingo, 11 de septiembre de 2016

Relato: El Golem de plata llega a Frostgrave

A veces la luz no nos deja ver, se quema en los ojos y nos inunda con un río puro y doloroso. Lo he sentido varias veces en mi existencia. Ese cosquilleo en las cuencas de los ojos me ha hecho sentir humano, pero mi materia es otra y estas grandes cuentas de vidrio con runas grabadas se recuperan rápidamente de cualquier impresión.

Llegué a Felstad bajo la petición de Hairon, de la cuarta casa, él deseaba hacer la guerra a uno de los archimagos de la ciudad. Codicia, supongo. Yo tenía en mi interior una necesidad por luchar más grande que el ansia de libertad. Acepté y le seguí junto a otros constructos como yo, aquellos cuya misión original había caído en el olvido. Luchamos dos días en Felstad, el barrio de los cronomantes se convirtió en una batalla gigantesca, magos y soldados se unieron a uno y otro bando, todos luchábamos en una orgia de ruido de hechizos y crujidos de derrumbes. No sé cómo hubiera podido terminar todo, pero lo hizo, nos detuvieron.

Una ola de magia corrió por todas las calles sin ningún aviso previo, los vivos no tuvieron tiempo de gritar. La luz del conjuro era tan pura, que cuando llegó a nosotros en el siguiente parpadeo el cosquilleo en mis ojos se volvió insoportablemente doloroso. Sí, sentí dolor. En ese momento el único pensamiento en mi cabeza era de fin. La ventisca llegó inmediatamente después, arrastrando gritos y escombros. Sé que Hairon murió atravesado por una viga porque he tenido su cadáver frente a mí los últimos siglos, otros perecieron ahogados en un alud de nieve tan fina como el polvo y los últimos quedamos atrapados en el mismísimo aire, congelado súbitamente a nuestro alrededor. Luego todo fue silencio y calma.

Incluso para un golem mil años es mucho tiempo. Caí en el sueño de la piedra, sin más imágenes en mi inconsciencia que las originales: las palabras de mi creador recitando el hechizo, la misión encomendada, mi Misión y por tanto mi vida. ¿Qué es un Golem sin ella? Nada, no es nada, un fragmento de material animado, absurdo. Lo comprendí atrapado en el hielo. Dormí siglos y desperté inmóvil, empecé a pensar en todo lo ocurrido desde muchas perspectivas distintas, y así se calmó la ira que me había dado forma en el principio, aprendí la paciencia cuando bien pude caer en la locura de las maquinas rotas.

Desde mi prisión de hielo pude ver los primeros cadáveres levantarse, Hairon se fue con ellos, un Liche reclutaba un ejército en dirección hacia los barrios bajos de la ciudad. También algunos aventureros observaron mi silueta, pensaron en liberarme, en utilizarme. ¿Podrían hacerlo? Quizá alguno pudo, pero yo soy el Golem de plata y hace tiempo dejaron de gustarme los hilos y los titiriteros.

Un día cualquiera, con el sol en lo alto, apareció ante mis ojos una grieta. Tras tantos años preparándome no necesité más. El hielo se quebró bajo la presión de mi fuerza con un estallido. Fue un renacimiento.

Karn, golem de plata - © Magic the gathering