No quería admitirlo, pero en el fondo se alegraba de estar
de vuelta. Habían pasado meses, toda una estación, y había gastado cada una de
sus monedas en “El último refugio”, una improvisada a las afueras de Frostgrave,
ocupando lo que antaño fue una casa de postas en el camino. Era el último
reducto de civilización antes de las gélidas ruinas de la perdida y
reencontrada ciudad. Todos los que llegaban, con el brillo de la ambición en
los ojos, pasaban por allí; y también todos los que lograban volver, heridos,
mutilados, enloquecidos, y algunos, muy pocos, acarreando tesoros y antiguos
artefactos arcanos.
A él le había costado toda una semana recuperar el habla,
pero aún así no contó nada de lo visto y vivido. Era el único superviviente de
una expedición de diez personas, sólo dijo eso, ni siquiera los magos de su
banda habían logrado huir. Todavía tenía pesadillas donde veía sus cuerpos
despedazados, su sangre brillando oscura sobre la nieve una noche de luna llena,
una noche exacta a la que estaba viviendo. Quizá por eso su corazón latía con
tanta fuerza.
Aquello no era una plaza, como había sugerido el arquero,
sino un cementerio. Sobre la casi homogénea superficie de nieve asomaban
algunas lápidas y estatuas, una trampa mortal que ocultaba simas y criptas
subterráneas, donde hasta el aventurero más cuidadoso podía caer. Eso sin
contar con viejos huesos y espíritus durmientes a los que no convenía molestar.
Alrededor de aquel mar blanco y tranquilo, se encontraban nueve templos,
algunos con sus altas torres prácticamente intactas, otros con sus cúpulas
rotas y abiertas a las constelaciones. Incluso podían vislumbrar un puñado de
siluetas colosales entre las ruinas, dioses olvidados cuyos gestos apenas se
podían distinguir bajo la caricia de una luna llena y ominosa, teñida de un tenue
rosa que poco a poco parecía volverse rojo.
El viento silbaba entre las ruinas, y se colaba bajo las gruesas
ropas hasta llegar a la médula. La sensación le erizó toda la piel, y de pronto
se sintió más vivo y despierto de lo que recordaba haber estado jamás. Un
aullido destempló la noche, y luego llegó hasta ellos el eco de un coro,
repitiendo rítmicamente la misma salmodia, un eco cada vez más alto y más
claro.
La banda empezó a inquietarse, desenfundando las armas y
maldiciendo su suerte. Incluso el mago parecía nervioso mientras intentaba
descifrar las palabras del coro. Él ordenó silencio a sus compañeros con un
gesto, e invitó al mago a acercarse hasta su parapeto para tener una mejor panorámica.
Había prometido llevarle hasta allí, y allí se encontraban.
La luna de sangre brilló sobre sus cabezas, el blanco-azulado
de la nieve pasó a teñirse de un oscuro escarlata, y uno a uno todos los
templos comenzaron a iluminarse, encendiendo altas piras de pálidas llamas. El
cántico continuó más y más alto, y de las ruinas poco a poco surgieron sombras
sinuosas, se acercaban a los fuegos y unían sus voces mudas a la súplica, que reverberaba
sobre las tumbas cubiertas de quieta nieve. Era un espectáculo magnífico y
aterrador.
El capitán sonrió satisfecho. Sí, merecía la pena haber regresado
a Felstad.
"Frostgrave, me has dado morriña, a ver si vuelvo a la ciudad helada pronto."...pues parece que si has vuelto pronto,si.
ResponderEliminarPues sí, me dieron tantas ganas que escribí esto del tirón. Pero todavía no he podido jugar, y no sé cuándo podré hacerlo.
EliminarUn saludo!
El concepto me gusta. Y miro posibles bandas y leo cosas como esta historia y me mola a mil.
ResponderEliminarPero luego el juego me deja superfrio. No me engancha para nada.Lo pruebo y no me triunfa.
Al final para gustos los colores. Pero si sigues sacando minis y trasfondo seguiré disfrutando de ello.
Un saludo
Sí, claro, para gustos, juegos, ¿no? Gracias por estar ahí!
EliminarUn saludo
¿Frostgrave the deja super frio? Eres un cachondo...xd
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